Hace poco más de un mes vino al Ecuador Facundo Cabral, me enteré casi por casualidad al ver un programa de tele (y eso que casi no veo nada de tele) en donde lo entrevistaban.
Él y Alberto Cortéz son dos excepcionales cantautores que aunque puede que sus canciones no hayan sido hechas para mi época, las he disfrutado y escuchado desde hace mucho.
En la entrevista hacían un breve recorrido por la vida del cantante y una de las cosas que resultaba más fuerte ha sido las desgracias por las que él había pasado, entre ellas el haber perdido a su mujer y su hija en un accidente de avión y que le hubieran pronosticado 3 meses de vida debido al cáncer (obviamente no se cumplió ese tiempo).
Al hablar sobre la muerte de su esposa él comentaba que la pasó muy mal, que estuvo un buen tiempo deprimido y sin saber qué hacer, hasta que un amigo le comentó que no debía preocuparse por el amor que le haría falta, sino por todo el que le iba a sobrar ahora que ya no tenía a quien normalmente se lo iba dar.
¿Qué mejor que no preocuparnos por el amor que nos falta, sino por el que nos sobra? Estoy seguro que no debe haber sido nada fácil para él salir de esa situación, pero indudablemente que nunca faltarán amigos ni familia con quién compartir todo eso que se quedó ahí, que estaba esperando a esas personas que quizá ahora ya no estarán.
A pesar de que siempre he sido una persona que cree firmemente y ha peleado por mantener su independencia en todos los sentidos, sé que aunque debemos buscar ser individuos que nos valemos por nosotros mismos sin requerir de nada de nadie externo, nunca van a faltar los amigos que estén ahí para tratar de dar una mano hasta al más terco de los tercos.
Siempre es mucho más enriquecedor dar que esperar a recibir algo, una sonrisa te puede decir un millar de cosas. Así que si les sobra amor, no duden en repartirlo, que si se lo quedan no les sirve de nada y no saben cuando puedan quedarse sin saber qué hacer con él.