El título puede sonar un poco, o más bien bastante raro... Inclusive recuerdo que hace mucho una amiga me decía, volviste a escribir en tu blog, algo te pasa... No es la idea, pero sí tenía razón, cuando algo pasa por mi cabeza mis dedos se mueven.
A aquellos quienes como yo somos un poco renuentes a creer en lo que nos dicen o prometen sin pasarlo primero por el filtro mental, cuestionamos las razones, el resultado y hasta quienes formaron parte de lo que vemos antes de saber si es real.
Eso me ha servido más de una vez para poder evitar los problemas o saber como reaccionar frente a una situación en la que de haber confiado ciegamente, me hubiera metido en serios problemas... Pero eso no siempre se cumple en aspectos personales, o más bien, es cuando se vuelve la excepción a la regla.
Recuerdo que me dijeron hace un tiempo que era más cerebro que corazón, por pensar demasiado las cosas... Sin embargo quienes me conocen de verdad saben que a pesar de que sí puedo ser muy pragmático o cerebral, también puedo ser muy emocional y es esa mezcla la que puede jugar en mi contra.
Son justamente esas ideas las que retumban en mi cabeza cuando me encuentro en una situación en la que debo decidir simplemente sin pensar mucho, porque sino sé que puedo perder la oportunidad. Pero eso no apareció de la nada, tuve que perder muchas oportunidades para entender que hay cosas en las que el "cerebro" debe quedarse en su lugar, bajo llave si es posible y dejar que el corazón y las pasiones dominen y se hagan cargo de nuestras acciones.
Hay que darse espacio para uno mismo, para quererse, para querer a alguien más... A no dejar que el mundo nos cambie... Decidir ser feliz otra vez... Dejar que la alegría entre por la puerta, aunque no sepamos cuanto tiempo va a durar, ni cómo va a ser...